En el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid tenía lugar, hace unos días, una jornada sobre Gestación por Sustitución (GS). En la mesa, y posterior debate, participaron Ana Miramontes Roel, abogada; Altamira Gonzalo Valgañón, de la Asociación de Mujeres Juristas THEMIS; Lorena Morales Porro, licenciada en Derecho y concejala del PSOE; David González Gerpe, psicólogo, y mi persona, Pedro Fuentes, médico y presidente de Son Nuestros Hijos.
Que quienes defendemos la regulación ética en España de la GS tenemos posturas encontradas con el feminismo ilustrado, es evidente y notorio. Que la oposición iba a reiterar los mismos manidos argumentos sobre la incapacidad de la mujer española para tomar decisiones, se daba por descontado. Que, antes o después, se insultaría a nuestros niños y niñas y a las mujeres que nos donan su capacidad de gestar, estaba garantizado.
Lo que resultó por completo inesperado, más aún en el salón de actos de un colegio de abogados, fue escuchar a una licenciada en derecho, a Lorena Morales, dirigirse a las familias creadas mediante GS esgrimiendo el Código Penal y diciendo que implica no sé cuantos delitos y no sé cuantos pecados. Habló de tráfico, de trata, citó artículos… pretendiendo dar lustre a un discurso que carecía de base y de verdad jurídica.
En este momento no hay, repito, no hay, ni una sola familia investigada, imputada, encausada o cosa parecida, en todo el territorio español. Y no es que las familias nos hayamos ocultado. Desde las pantallas de televisión a los diarios nacionales o las escuelas de nuestros hij*s, las familias llevamos visibilizando la GS en España muchos años.
¿Insinuaba la señora concejala de Pinto (Madrid) que la Fiscalía General del Estado o la Fiscalía de Menores estaban haciendo dejación de funciones? Porque ni un solo fiscal, en todo el territorio español, ha emprendido causa alguna contra las familias por recurrir a GS. Otrora, sería posible decir los mismo de sus señorías, los muchos jueces que han conocido sobre casos de GS. A los tribunales hemos recurrido para reclamar la filiación de nuestras hijas e hijos, la coadopción o las prestaciones de maternidad –al fin reconocidas por el Tribunal Supremo de España, otro grupo de “torpes” que, en vez de perseguirnos, nos da derechos y nos reivindica-. Ninguno de esos jueces y juezas ha planteado que se incoasen diligencias, ni previas ni posteriores, contra nuestras familias. Será que los jueces carecen de la visión ultra jurídica de la señora Morales.
A quien convendría, sin ánimo de mansplaining, que revisase la jurisprudencia para ver más allá de su círculo interior.
Cristina Alberdi defendió, ante el T. Constitucional, un caso en 1984. Sentencia 75/1984, de 27 de junio, BOE núm. 181, de 30 de julio de 1984. Sentencia que versa sobre principio de legalidad penal que consagra el art. 25.1 de la Constitución. El fallo dice, textualmente: “Reconocer el derecho de los recurrentes a no ser condenados en España por el aborto cometido en el extranjero”.
Lo que viene a decir que emigrar a otro país y recurrir allí a una práctica médica prohibida y penada – en el caso del aborto así era-, en territorio español, pero regulada adecuadamente en otro estado, no es constitutiva de delito.
Pero resulta que, en nuestro ordenamiento jurídico, no se tipifica la GS como delito ni, ya puestos, ni siquiera como simple falta. La Ley de Reproducción de 2006 dedica los artículos 24 a 28 a “Normas e Infracciones” con respeto a esa ley. Y ni uno solo de esos artículos hace referencia a sanción alguna en relación a GS. Nadie la persigue y nadie la condena.
Nadie, nadie, NADIE ha emprendido acciones legales contra nuestras familias porque nunca hemos cometido un delito. La señora Morales se limitó a insultarnos porque, a falta de elementos de verdad, aplica la política del todo vale, del murmura que algo queda, del siembra cizaña, que ya crecerán hierbajos.
A falta de verdades, hay quienes se arrogan la voz de todas. “Yo soy madre, he parido y sé lo que se siente. Por eso sé que una mujer nunca podría…”. Como si las mujeres fuesen monocordes. Como si fuesen muñecas recortables dibujadas en serie. Mujeres he conocido con varias interrupciones de embarazo, realizadas porque esa era su decisión, y mujeres que nunca, bajo ningún concepto, interrumpirían su embarazo, porque esa era su decisión. Entre ambas posturas he vivido toda una paleta de colores y matices y posicionamientos. La legislación española permite a las mujeres esa variedad de elección. Y ese derecho a decidir es el que pretende impedir quien se atribuye el derecho a saber qué siente cada una de las mujeres españolas. “Yo soy madre, he parido y sé lo que YO SIENTO. Por eso sé que YO nunca podría…”. Eso es lo que se debería escuchar, pero qué difícil es renunciar, desde posiciones de poder, a hablar en nombre de otr*s.
El Todo para el pueblo, pero sin el pueblo de los déspotas ilustrados ha devenido, con el paso del tiempo, en Todo para las mujeres, pero sin las mujeres, como nueva manifestación del eterno paternalismo. ¿O deberíamos llamarlo maternalismo?
Desde sus habitaciones subvencionadas en el hotel Ritz de Madrid, desde sus sillones oficiales, sus cargos oficiales y sus sueldos oficiales, ciertos feminismos ilustrados otorgan o retiran pedigrí de feminista viejo, definen lo correcto y lo ético, fijan los límites de la libertad y, sobre todo, le dicen a la mujer qué puede hacer con su cuerpo y sus derechos reproductivos. Una élite que regula, manda y ordena sobre la mujer. Para protegerla, por supuesto. Por ella. Siempre por ella. Por la mujer española que, como es sabido, está incapacitada para decidir, libre y conscientemente, qué hacer con su vida. Por “fortuna”, cuenta con este protectorado, club exclusivo al que los hombres no tenemos acceso (-los hombres no podéis ser feministas, podéis ser igualitaristas o compañeros de viaje, pero nunca feministas- escuchaba decir unas horas después) y donde las mujeres que no respetan sus normas se ven acusadas de traición, de falta de sororidad, de ser culpables de la explotación, de hacer daño a otras con su libertad, de…
Toda una aristocracia que puede construir su familia como desee, pero que veta ese beneficio a otras personas. A hombres y mujeres a los que dicta cómo desarrollar su proyecto familiar. Búnker que olvida a Clara Campoamor para apostar por Victoria Kent y negar a la mujer su derecho a decidir.
No vencerán. Somos muchas y muchos los que aprendimos de otros feminismos, de otras luchas y otros respetos. Somos muchos y muchas los que sabemos que para defender personas e ideas hay que salir y hablar, hay que ir a que nos partan la cara, a que nos insulten, a que nos desprecien. Sin rendirse jamás. Sin aceptar que los poderosos ganen. Lo aprendimos bien de tantas y tantas mujeres que alzaron la voz contra quienes, en épocas pretéritas, pretendían decirles cómo vivir y qué derechos tener.
El feminismo ilustrado nos acosará, nos perseguirá. Pero no nos callará. Nuestra voz y nuestra verdad están en la calle y la calle, la gente, las ha hecho suyas.
La copla que está en mi boca, señoras y señores, ha pasado a ser del viento y, ya, es imparable.