Hace unos días, la cadena de televisión Cuatro emitía un documental, realizado por el equipo de “En el punto de mira” sobre la Gestación por Sustitución (GS). Aunque, por supuesto, ese no fue el vocabulario que aparecía en los títulos de crédito.
Decir que fue un programa amarillista, sectario, sesgado y falto de verdadera labor de investigación es quedarse corto.
Todo él estaba dedicado a una sola cosa: denigrar esta técnica reproductiva. Y ya puestos, insultar a las familias que precisamos de la GS, atacar a las mujeres que nos ayudan y, por supuesto, faltar al respeto a nuestros hijos, poniéndolos en riesgo de acoso escolar. En España, los niños nacidos por GS en edad escolar son miles y muchos ya han empezado el instituto. Niños que saben cómo nacieron. Niños que lo han contado a sus compañeros y profesores. Porque no se oculta el modo en que han nacido. Las familias no lo ocultamos. Al contrario, es un orgullo.
Bullying. En ese sentido, director y periodistas de “En el punto de mira” pueden estar más que satisfechos. Han logrado que mañana, en la escuela, cuando nuestros niños levanten la cabeza, otros les insulten, les llamen mercadeados, les llamen comprados. Porque eso será lo que oirán en sus casas cuando se comente el programa, cuando se hable de ese amiguito… nacido…ya sabes…por alquiler… Han sacrificado a menores sin reparo alguno. Solo por vender el producto. Por la cuota de pantalla, por el share. “No dejes que la realidad te estropee un buen titular”. Y si en ese altar de los porcentajes y rankings televisivos se le hace daño a un niño o dos,…bueno, siempre se puede decir que son daños colaterales.
La GS no es así, ni en Ucrania ni en otras partes del mundo.
Los padres no ocultamos la cabeza y salimos tapados, como en el reportaje. Ni los niños se devuelven, como pretendió insinuar la reportera que, tal vez, solo tal vez, debería haber leído lo que dice la ley española al respecto. Porque en esto, Ucrania y España dicen lo mismo. Si unos padres no quieren a su hijo, y lo rechazan, el Estado asume su tutela y lo deriva a un centro/familia de acogida o a un orfanato. Y da igual que el hijo haya nacido por reproducción natural o por una u otra técnica de reproducción asistida. Los responsables del niño son siempre, siempre, sus padres legales. Aquí y allí. Y si estos no lo quieren, lo que por desgracia ha pasado y sigue pasando en esta España nuestra del siglo XXI –hago partos, sé lo que digo-, entonces el Estado los cuidará y les buscará una familia. Pero decir eso no vende audiencias, no produce ni morbo ni repulsa al espectador, no hace que este se quede pensando: ¡qué mala gente hay por el mundo!
Tampoco se dio voz a otras visiones. No se recabaron otros puntos de vista. No se preguntó a nadie más que al “club de las vasijas”. Porque no interesaba. Porque ese no era el fin pretendido. Pese a lo cual, el documento gráfico tiene sus valores. Reconozcamos, es de justicia, que todo el reportaje fue cuidadosamente preparado y medido. Todos los intervinientes tenían su papel asignado. Su tempo de entrada, la actitud facial precisa… la sonrisita cómplice…el gesto revelador… Una cuidadosa puesta en escena para erosionar la GS. Algo imperativo sobre todo ahora, cuando cada día se levantan mas voces pidiendo su regulación; cuando cada día, por toda Europa, se plantea que hay que legislar; cuando el Parlamento europeo reprocha a los gobiernos su política restrictiva en GS.
Restricciones causantes de muchas angustias. Porque no olvidemos que, si algo de lo que dice el documental es cierto, se debe a la falta de regulación en España, se debe al hecho de obligar a emigrar a las familias para tener a sus hijos, lo que las puede convertir en carne de cañón para explotadores. Y no olvidemos que, si hay gente que explota a mujeres, es porque no se ha regulado correctamente. Una falta de regulación de la que los partidos políticos, con responsabilidades de gobierno, son responsables. Como son responsables morales de los daños producidos a mujeres, menores y familias por no haber legislado en su momento. Se habrían prevenido muchos dolores.
La elaboración del reportaje tenía una consigna clara: atacar.
Y lo hicieron.
Pero no nos vencerán.
Nuestra dignidad, nuestra fuerza están por encima de ellos.
Podrán intentar humillarnos. Buscarán exponer a nuestros hijos al bullying. Desearán cuestionar el honor de las familias. Pero ni lo conseguirán ni nos doblegarán. Porque tenemos algo que ellos no tienen. Somos madres. Somos padres. Y por nuestros hijos, y por las mujeres que nos ayudan en este camino, somos capaces de vencer todo.
Todo.