Publicamos las reflexiones veraniegas de una familia de la plataforma SNH
Hace unas semanas, a primeros de septiembre, nos fuimos de vacaciones a la costa. Buscamos un hotel cercano a la playa para estar cómodos con nuestro hijo. Ya ha cumplido un año y corretea por todos lados con ganas de comerse el mundo. La casualidad hizo que, sin proponérnoslo, acabáramos en uno de esos hoteles lleno de niños. Niños de todas las edades, de todos los tamaños, de todas las ganas de jugar. Los niños captan la atención y lo mismo que a nuestro hijo la gente le decía cosas, nosotros mirábamos y hablábamos sobre otros niños. Así trabamos una cierta relación con otras familias, comenzando por el intercambio de los clásico “Qué tal come”, “Duerme bien”, etc.
Una mañana casi al final de nuestra estancia, mientras desayunábamos, coincidimos en la misma zona del comedor las familias que más relación teníamos. A nuestra derecha se sentaba Alejandro con sus padres. Alejandro tiene unos increíbles ojos negros y trasmite una sensación de fuerza y viveza tremenda a sus nueve meses de vida. Su piel oscura brillaba en sus rollizos brazos. Pugnaba porque su padre le diese parte del churro que comía. Alejandro había sido adoptado cuando tenia 4 meses, tras largos años de espera, casi de desespera. Pero ahora estaba aquí, gateando sobre la tripa de su padre en busca de comida. Llamaba la atención lo mucho que se parecían padre e hijo, pese a la diferencia de color. Y la cara de embeleso y orgullo de su madre.
A nuestra izquierda se sentaba Lucia, la mas pequeña de todos. Para su padre era su segundo matrimonio y ya tenía un hijo de 11 años. Nada mas casarse decidieron que querían un hijo y 10 meses después nacía su niña. Lucia es pequeña, revoltosa, peleona y requiere continua atención. Sus padres desayunan con ella en brazos, pasándola de uno a otro, hablándole y haciendo que sonría.
Un poco más allá estaba Ana. Su madre nos contó los largos años de estudio por esterilidad, las pruebas, los diversos tratamientos, los viajes en busca de algo nuevo, de otro médico, de otra posibilidad. Y al final cuando ya estaban casi apunto de tirar la toalla se produjo el milagro y nació una niña con los ojos azules mas bonitos que se puedan ver. Su madre repite, con toda convicción, que son unos privilegiados. Todo lo pasado ha quedado eclipsado por la mirada de su hija.
Y nosotros, con nuestro hijo nacido por gestación subrogada, el único tratamiento de reproducción que existe para una infertilidad funcional como la que representa una pareja homosexual masculina.
El día era radiante y yo miraba a nuestras familias, cada una con su propia historia, diferentes, pero a la vez increíblemente iguales bajo el sol de Almería. Y miraba a los niños y fui muy consciente de una cosa: aquellos niños ERAN nuestros hijos.
Y lo eran no por ADN, no por biología, ni siquiera por el hecho de parirlos o no. Lo eran por que sus padres habíamos decidido que estuvieran aquí, que formaran nuestra familia. Lo eran por que había sido nuestra voluntad lo que marcaba la diferencia, lo que los había traído al aquí y al ahora.
Cualquiera de los que allí estábamos, cualquiera, podría haber tomado otra decisión. Siento vértigo cuando pienso qué habría pasado si, el día que decidimos poner todos los medios posibles para tener un hijo, hubiésemos tomado la decisión contraria. En ese caso nuestro pequeño no habría existido y jamás el mundo habría conocido su sonrisa.
…Y en esa línea de pensamiento: Qué habría pasado si los padres de Ana hubiesen tirado la toalla meses antes, o los de Alejandro no lo hubiesen querido o los de Lucia hubiesen pensado que para qué tener un hijo…
Se que habrá personas que seguirán pensando que solo son hijos de uno, “hijos propios”, cierto tipo de niños, pero aquel día confirme una vez más, con la claridad que da el sol limpio de la mañana, qué es lo que define ser padres: la voluntad, el deseo.
Nuestro hijo lo es porque decidimos que naciera, porque peleamos todo lo que hubo que pelear hasta lograr que naciera. Lo es porque sin esa decisión consciente, sin ese deseo tremendo de tenerlo, sin esa voluntad decidida de ser padres, sin eso, él jamás habría nacido. Exactamente igual que otros niños. Digan lo que puedan decir otras gentes, son nuestros hijos.
El calor iba apretando y poco a poco nos fuimos separando, saliendo del comedor hacía la playa. Familias diferentes, constituidas de formas diversas, rehechas, peleadas, pero en realidad solo eso: familias.