Nuestro Pequeño Milagro

Nuestro Pequeño Milagro

El camino que nos llevó a Carla fue muy largo, y lleno de obstáculos, aun así cada vez que parecía que una puerta se cerraba, otra se abría dándonos nuevas esperanzas. Encontrar al fin la posibilidad de ser padres por gestación subrogada nos llenó de ilusión. Comenzamos el proceso en junio y tuvimos la suerte, en pocos meses teníamos confirmación de embarazo. Esto me llenó tanto de felicidad, como de miedo, pasaba las horas pensando cómo estaría, y si todo estaría marchando bien. Los meses comenzaron a pasar extremadamente lentos, Sveta (la mujer que gestó a Carla) nos contaba cómo se movía Carla, cómo se sentía, y desde el primer día, nos dijo que pensaba que sería una niña. Nuestra relación con Sveta comenzó a crecer, primero más lentamente y luego pasamos a compartir todos los eventos que ocurrían en nuestra vida. Nuestra casa, poco a poco, se comenzó a llenar de pequeña ropita, y juguetes para bebés.
Un día Sveta nos dijo que sus hijos querían conocernos, y eso se juntó con nuestras ganas de volver a Kiev, y pasar tiempo con ella y volver a escuchar el corazón de Carla, esa misma noche, comenzamos a buscar vuelos.
Ese viaje fue mágico. Pasamos el fin de semana con Sveta y sus hijos, disfrutamos de la ciudad, de la decoración navideña, de paseos por las calles de Kiev y de juegos con sus hijos. Nevaba suavemente y pensé en lo afortunada que era. Al fin sería madre, y sentía que todo era perfecto. Carlita pronto estaría en mis brazos.
El lunes desayunamos todos juntos y fuimos a la cita que teníamos para la ecografía, y luego de decirnos que Carla estaba muy bien, nos dijeron que había riesgo de aborto. Eso cambió todo. De golpe todo podía acabar. No quería irme de Kiev, fue muy difícil volver a España. Volver a trabajar. Seguir con mi vida. De un día para otro, la felicidad había desaparecido, y nos llenamos de miedo.
Hicimos todo lo que podíamos hacer para que el embarazo siguiera bien y luego sólo quedaba esperar a ver qué ocurría. Esa espera fue desesperante, cada día sentía que tardaba 5 días en pasar. Nunca en mi vida he pasado tanto miedo. Me sentía impotente. Sin poder hacer nada para no perder a mi pequeña.
Una amiga me dijo, voy a rezar por Carla y por Sveta. Me sentí tan agradecida por su intención de ayudarnos, que pensé que yo también rezaría, no porque tuviera mucha fe, sino porque era lo único que podía hacer.
Los días comenzaron a pasar aún más lentos. Cada vez que sentía ansiedad, rezaba. Pensaba en Carla. Pensaba en todas las vivencias que vendrían, en cómo sería su vida, cómo sería nuestra vida juntos, en cómo crecería, y pensé que esperaba que ella nunca sintiera tanto miedo, aunque sé que no puedo protegerla de todo. En la vida pasan muchas cosas, perdemos seres queridos, a veces toca vivir momentos tan duros que me gustaría que ella tuviera fe, para que la reconforte en esos momentos, y sentí que iba a bautizarla, deseando que ella en el futuro fuera creyente.
Pasaron los meses y finalmente nació a Carla, fuerte y preciosa. Fue el día más emotivo de nuestra vida. Fuimos a ver a Sveta. Ella tenía que permanecer acostada.
Cuando entré y la vi. A la persona que nos había cambiado la vida y convertido en padres al fin. Me arrodillé a su lado y llorando le besé las manos, ese día supe que la querría siempre y que mi agradecimiento iba a ser infinito.
Ella tenía un regalo para nosotros, había hecho a mano un vestido bordado para Carla, el vestido era blanco y con hermosas flores azules. Había estado meses trabajando en ese vestido. Cuando lo vi, pensé “ése será el vestido que llevará Carla el día del bautismo”, todo parecía tener sentido, ese día tan especial Carla tendría algo de Sveta, y Sveta sabría que nuestros pensamientos estaban con ella.
El día de bautismo, hablamos con Sveta y le pasamos fotos de cada momento. Nos dijo que su corazón estaba con nosotros y que se sentía muy feliz de habernos ayudado.
La ceremonia fue muy bonita, vino toda la familia y mientras escuchaba las palabras del cura, pensé, no sé si yo tendré la certeza que tienen otras personas de que Dios existe, pero cada día que veo la sonrisa de Carla, miro sus ojos, escucho su voz, siento que los milagros existen y ella es nuestro pequeño milagro.
 
Por Daniela Mobrici

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