Al revivirlo salto, del pasado al presente, en una amalgama de emociones.
Hay días que parecen destinados a ser especiales y ayer fue uno de esos.
Después de tantas jornadas de lluvias continuas, vientos y fríos, la mañana luce radiante. Parece hecha de encargo para acompañar a ese par de pequeños y a sus padres.
También la iglesia presenta sus mejores galas, con globos de colores adornando los pilares, con flores, con el nombre de los niños sobre el altar, el órgano y la guitarra dispuestos, los sacerdotes sonriendo en este nuevo día de Pascua . . .
Culmina un largo, largo proceso. Un proceso de aceptación personal, de relaciones, de esperanzas, de desencuentros.
Y además hoy unos padres han decidido redondear su sueño y hacer algo que para la mayoría de las familias es puro ritual y no acto volitivo desde el corazón. No necesitan este momento. Sus hijos están aquí, son suyos para siempre y saben cómo los quieren educar y como los van a criar. Saben del gran reto del respeto al prójimo y de la importancia real de la frase: “amaos los unos a los otros . . .” Lo saben, pero desean celebrar este acto.
¿Qué pedís a la Iglesia para vuestros hijos? pregunta el oficiante y ellos, sin una duda en la voz: El Bautismo.
Los niños miran todo con sus hermosos ojos. La curiosidad de sus seis meses asoma ya en sus gestos.
Sus padres, dos hombres, sonríen orgullosos. Son niños para presumir y ver a su alrededor, en el presbiterio, que les arropa familia, amigos, curas, …,eso, les hace sentir aún mas llenos.
Lectura de la carta de San Pablo a los gálatas (3:28)
Ya no hay distinción entre
judíos y gentiles,
esclavos y libres,
hombres y mujeres,
porque todos sois uno en Cristo Jesús
La lectura habla de igualdad. Ese anhelo de tantas personas para no ser discriminados. Por ningún motivo. Creo que es la primera vez que San Pablo me habla tan claro. Como he dicho, hay días que parecen destinados a ser especiales, en todo.
No recuerdo cuando comencé a asistir a bautizos. Imagino que sería con los de mis hermanos y primos. Luego fui más allá de la mera asistencia y pasé a ser parte activa: por ahí andan mis ahijados, que no son pocos. Pero ayer, por primera vez en mi vida, participaba en un bautizo desde otra óptica: dos hombres presentan a sus hijos a la comunidad cristiana y ésta lo celebra y canta.
Yo canté. Las músicas, olvidadas desde mi lejana época de niño del coro, allá en mi pueblo andaluz, volvieron de modo natural a mi garganta y canté con una fuerza que no sentía hace mucho.
Las acciones del ser humano son como piedras lanzadas a la superficie de un estanque: generan ondas que modifican, no ya la superficie, si no los bordes y el perfil y el entorno del estanque.
Mientra veo como Bruno y Mateo son ungidos por el óleo, mientras veo el agua bendita resbalando por sus cabezas, veo las ondas nacer, ampliarse, crecer. Las oigo reverberar en las calles y las esquinas. En las plazas y en los bares. En los mercados y las oficinas. Olas de igualdad y de amor.
Cada uno de nosotros vamos modificando nuestro medio con el quehacer diario. Gracias a ello se ha logrado una cada vez mayor aceptación social del matrimonio igualitario o de nuestros hijos. La normalidad que rige nuestras vidas es como un altavoz diciendo al mundo: soy como tú. Igual que tú, con los mismo derechos y obligaciones y sueños y deseos que tú.
No ha sido fácil que Bruno y Mateo llegaran al mundo. Han sido meses, muchos meses, de esperas, ilusiones, desilusiones, noches en blanco y lagrimas mordiendo la almohada. Miedo a esperar y a no esperar. Miedo a cruzar la mirada con el otro, porque no se quiere uno hacer ilusiones, pero se las hace, ¿verdad, chicos? Y luego el palo y vuelta a empezar. No, no ha sido fácil.
Ser homosexual y padre supone un doble reto, una doble batalla. Porque aún en la sociedad se nos estigmatiza y discrimina. Porque aún hay sociedades científicas que no han pedido perdón por considerar, durante tantos años, que la homosexualidad era una enfermedad. Porque aun hay mentes enfermas y pecadoras, como la de Juan Antonio Reig Pla, obispo, incapaces de ver el amor humano más allá de sus prejuicios y sus fobias y sus miedos, más allá de lo sucio que ocupa su mente a todas horas.Incapaces de ver a nuestras familias.
Y también es difícil porque tenemos que recurrir a la ciencia y a técnicas de reproducción asistida. Sin la ciencia y sus técnicas este día y tantos otros, no existirían. Técnicas que nos mantiene en vilo, viendo la línea del cielo día si y día también, mientras va amaneciendo y esperamos a ver que trae la mañana en su zurrón. Pero deliciosa ciencia que logra que nazcan estos niños, hermosos por dentro y por fuera.
Fue difícil, si, pero llegaron y están aquí. Y nosotros estamos en el banquete brindando por ellos, por sus padres, por su valentía y su arrojo, por traernos a esos niños.
Entre las mesas corretean otros pequeñajos: Celia, Rodrigo, Alonso, los otros Rodrigos,….El payaso aparece y, cual flautista de Hamelin, se los lleva a hacer su número y los niños saltan y juegan y ríen mientras las conversaciones adultas giran en torno a Bruno y Mateo, al día de sol, a la crisis, al próximo curso escolar y la elección de cole… Mi hijo entra en tromba, encantado, luciendo en su cara el dibujo del Rey león y un poco mas allá aparece Spiderman saltando ágilmente. Rodrigo, a punto de cumplir 4 años, se va a jugar al fútbol con los mayores, porque él ya es grande!. Los gemelos van de mano en mano. Manos ansiosas por acariciarlos, por abrazarlos, por mostrarlos a todos y enseñar sus sonrisas dulces y bellísimas. Casi parece que no hay niño para tantas personas que desean disfrutar de su presencia y su calidez.
La tarde de primavera se va tejiendo entre los rayos de luz y los gestos de cariño, las risas, las miradas cómplices y algún que otro: ¡niño para quieto un minuto!
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Tras el ofertorio, tras la oración sobre las ofrendas, se acerca el momento de la comunión.
El sacerdote se dirige a los padres de Bruno y Mateo. Ellos toman el pan y el vino. Avanzan y se presentan ante todos nosotros.
Y dan la Comunión con una sonrisa en los labios.
Me embarga la emoción. Unas lágrimas traidoras se asoman a mis ojos. Lagrimas de orgullo, de felicidad, de alegría inmensa.
Siento, en cada centímetro cuadrado de mi piel y en cada poro de mi alma, que solo existen una clase de sueños inalcanzables: aquellos que no se persiguen todos los días.
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Bruno y Mateo se han quedado dormidos. Los niños mayores juegan por el césped mientras sus padres tratamos de evitar que se rompan la cabeza. El sol se está escondiendo y en el aire de este espléndido día de abril, además de luz, se palpa algo más cálido: el amor.
Bruno, Mateo: gracias por existir